jueves, 3 de mayo de 2012

Seminario nº 5: Nombre algunas formas de Prevención de problemas para el odontólogo en el ámbito legal.

Nombre algunas formas de Prevención de problemas para el odontólogo en el ámbito legal.

Enfrentados a la problemática de las Demandas o Querellas en contra de los profesionales de la salud, debemos ser capaces de actuar de manera responsable y no negligente durante la práctica profesional y además tener el conocimiento necesario en el ámbito legal, para enfrentarnos y defendernos ante cualquier imprevisto o inclusive mala intención frente a algún “error” que comentamos.
Por lo tanto, de manera ejercer nuestra profesión lo más apegado a la ley es que deben existir:
- Protocolos de procedimientos estandarizados.
- Consentimientos informados por especialidad.
- Evaluación del “riesgo permitido” en el caso de procedimientos altamente peligrosos.
-Objetivos y curriculum en la formación de pre y post grado.
- Reuniones de trabajo dentro de las sociedades científicas, universidades, colegios profesionales, entre las diferentes especialidades odontológicas.
- Peritos legistas y abogados expertos en responsabilidad civil, entre otros.
El Dr. McCarthy, en un libro “Emergencias en Odontología”, plantea que “el odontólogo debe realizar la evaluación médica, con la finalidad de determinar, la aptitud física, síquica y emocional de sus pacientes, para tolerar un tratamiento dental, con comodidad y relativa seguridad”.
Nuestros pacientes no son todos iguales, tal vez la terapia que apliquemos sea muy similar, pero aplicada en individuos diferentes. Las condiciones de enfermedad muchas veces no se presentan de igual forma en los diferentes individuos. Por ejemplo: un paciente hipertenso puede no estar siguiendo el tratamiento indicado, un paciente puede encontrarse con sus diabetes descompensada, un paciente portador de una cardiopatía puede no evidenciar estar en una situación de alto riesgo, por lo tanto es muy importante que seamos capaces de determinar si ese paciente está en condiciones, no sólo físicas, sino emocionales de aceptar un tratamiento determinado.
La Sociedad Americana de Anestesistas plantea clasificar a los pacientes de la siguiente forma:
Paciente tipo 1: Corresponde a un individuo sano, puede ser recomendable reducir el estrés.
Paciente tipo 2: Corresponde a un paciente portador de una enfermedad leve, como por ejemplo una gastroenteritis bajo tratamiento, una bronquitis, etc., que puede de alguna manera condicionar nuestra terapia. Por lo tanto es posible efectuar una reducción del estrés y algunas modificaciones según necesidad: como suspender el tratamiento en espera de su recuperación, solicitar interconsulta médica, etc.
Paciente tipo 3: Paciente con enfermedad sistémica grave, que limita la actividad, pero no es incapacitante. Paciente bajo tratamiento de quimioterapia por cáncer, cardiopatía bajo tratamiento de anticoagulantes, etc. Estamos frente a un paciente de riesgo mayor, por lo tanto tendremos que estar más atentos a las posibles complicaciones que nos pueda hacer ese paciente. Podría ser necesario realizar modificaciones estrictas al tratamiento, necesidades de reducir el estrés y de interconsulta médica.
Paciente tipo 4: Paciente con enfermedad sistémica grave, que limita la actividad y plantea una constante amenaza a la vida. Se indica terapia de emergencia mínima en la consulta, hospitalizarlo por tratamiento complicado y consulta médica.
Paciente tipo 5: Paciente moribundo, que no va a vivir 24 horas. Se indica tratamiento hospitalario de apoyo solamente.
La anterior clasificación disminuye la posibilidad de cometer el error, de comenzar un tratamiento sin estar preparado para enfrentar las posibles complicaciones, contraindicaciones y riesgos a los que nos podemos ver enfrentados.
Y para ello se podrían realizar encuestas de salud médica, de autollenado, que debe ser firmada por el paciente. Se pueden diseñar de dos tipos, unas más simple y menos extensa para los pacientes tipo 1 y 2 y otra más detallada y extensa, para pacientes tipo 3 y 4, o que van a ser sometidos a un tratamiento odontológico quirúrgico más compleja (implantes, cirugía ortognática, etc).
Entonces, tipifiquemos a nuestros pacientes, entendamos que son diferentes, evaluemos su condición médica, pidamos las interconsultas necesarias, derivémoslo si no nos sentimos preparados para asistirlo, es decir, tengamos criterio y seamos autocríticos de manera de establecer límites en las competencias y habilidades adquiridas en casos de complejidad que escapen a lo que podamos realizar y así, evitar futuras complicaciones tanto del paciente como de nosotros en caso de vernos enfrentado ante alguna acción legal en nuestra contra.
Además, debemos consignar todos los datos del paciente y evolución del tratamiento en la ficha clínica, sesión a sesión, explicando con antelación al paciente la condición de salud oral en la que asiste y enseñando también cada acto de tratamiento que realicemos, asegurándonos que el paciente comprenda todo lo señalado anteriormente.

Un punto importante a considerar es la relación odontólogo- paciente: tenemos que ser empáticos desde el momento que el paciente ingresa a nuestra consulta hasta que le otorgamos el alta definitiva; que nunca se pierda la comunicación sesión a sesión; que podamos ser capaces de compenetrarnos con su dolor, molestia o impotencia funcional que lo llevo a buscar ayuda; vale decir, que nuestro paciente sienta que puede confiar en nosotros.
Finalmente, tener la disponibilidad de atender a nuestro paciente cuando lo solicite. Y dependiendo del caso, que podamos otorgarle la tranquilidad de que pueda contactarse con nosotros cuando lo desee durante su recuperación. “Y que nuestra labor profesional sea ejecutada con vocación día a día.”

Bibliografía
“Responsabilidad legal profesional del odontólogo”, Dr. Patricio Carrasco Tapia, Facultad Odontología Universidad de Los Andes, 2005.




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